TERCERA EDAD O CIUDADANOS DE TERCERA
Un asertivo conocimiento objetivo de la vejez como punto de llegada existencial, y el envejecimiento como proceso para alcanzarla, exige una comprensión mucho más amplia de las que brindan los centros o instituciones del saber y del poder (Foucault, 1999 a, b, c), para develar la verdadera potencialidad que entraña este estadio en relación con el desarrollo integral y progresivo de la sociedad en su conjunto.

La visión científica y dominante sobre la vejez nacida en los centros de saber y poder, se permea a la sociedad en su interacción entre los individuos, dando como resultado, una valoración o connotación que se instaura en el pensamiento, el sentimiento y la acción de quien vive la vejez y de quienes aún no han llegado a ella.
En este sentido, las siguientes expresiones dan cuenta del tipo de valoración o connotación que la sociedad internaliza sobre la vejez: expresiones que van desde lo oficial como “tercera edad”, “adulto mayor”, “ancianos”; pasando por otras despectivas como “viejos”, “canastos”, “vejestorios”. De manera improductiva se señalan como “jubilados” y “pensionados”; de forma degenerativa como personas con “movilidad reducida”, “seniles” o con “Alzheimer”; hasta llegar a otras más cariñosas como “viejitos” o “abuelitos”. Todas estas expresiones en mayor o menor medida reflejan una valoración limitada, reducida, negativa, subestimada, irrespetuosa y excluyente con esta edad, propiciada por una visión que mira y trata a la vejez sólo como población y no como personas o ciudadanos con pensamientos, emociones, decisiones y acciones propias de existencias concretas susceptibles de aportes significativos en la configuración social de cualquier sociedad.
Tratados como población es casi ser tratados como ciudadanos de tercera, pese a que se consideran y se garantizan más o menos los derechos del adulto mayor, su énfasis se centra en los aspectos fisiológicos, biológicos, alimenticios, y con suerte aspectos recreativos y de manualidades, pero que en definitiva no se le promueve una participación activa en el quehacer social y cultural.
La atención paternalista, asistencialista, médica y demográfica los niega como ciudadanos de primera y los relega o los excluye de la dinámica social, son arrinconados como trastos so