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LA HIPERTROFIA DE LAS FUNCIONES DE LA FAMILIA VENEZOLANA: UN LENTE PSICOSOCIAL PARA LA COMPRENSIÓN Y LA INTERVENCIÓN TRANSFORMADORA.

Autor: Lennys Lurúa (1)

Orcid: 0009-0007-9554-2038



Resumen


En el lienzo social venezolano, la familia, una vez refugio y crisol de identidad, ha sido empujada por una  emergencia humanitaria compleja a una hipertrofia funcional. Es el músculo familiar, hipertrofiado por un sobreesfuerzo crónico, que se ha vuelto rígido y vulnerable. En lugar de ser un espacio de cohesión afectiva, se ha convertido en el principal —y solitario— motor de supervivencia. La familia no ha elegido esta transformación; ha sido forzada a ella como mecanismo de supervivencia ante la retracción del Estado. Esta  resiliencia forzada, si bien ha evitado un colapso social  mayor, ha cobrado un precio devastador en el bienestar psicosocial colectivo. Los hogares operan bajo una  sobrecarga alostática que genera estrés crónico, desgaste emocional y una erosión de los vínculos. El hogar, que antes era un santuario, ahora es la primera línea de batalla. Para los profesionales del ámbito psicosocial, la misión es doble: no solo aliviar la necesidad inmediata, sino también fortalecer las capacidades intrínsecas de las familias. Es un llamado a pasar de la simple ayuda a un  acompañamiento emancipador, reconociendo a la familia como un agente activo que debe recuperar su capacidad de soñar, planificar y dedicarse, finalmente, a ser simplemente una familia.

Palabras Claves: Hipertrofia funcional /Emergencia humanitaria compleja/ Sobrecarga alostática / Resiliencia forzada / Bienestar psicosocial.

Abstrac

On the Venezuelan social canvas, the family, once a refuge and melting pot of identity, has been pushed by a complex humanitarian emergency into a state of functional hypertrophy. The family's muscle, hypertrophied by chronic overexertion, has become rigid and vulnerable. Instead of being a space for affective cohesion, it has become the main —and solitary— engine of survival. The family has not chosen this transformation; it has been forced into it as a survival mechanism in the face of the State's retraction. This forced resilience, while it has prevented a major social collapse, has come at a devastating price to collective psychosocial well-being. Households operate under an allostatic overload that generates chronic stress, emotional burnout, and an erosion of bonds. The home, which was once a sanctuary, is now the front line.

For psychosocial professionals, the mission is twofold: not only to alleviate the immediate need but also to strengthen the families' intrinsic capacities. It is a call to move from simple aid to emancipatory accompaniment, recognizing the family as an active agent that must regain its capacity to dream, plan, and finally, dedicate itself to simply being a family.

Keywords: Functional hypertrophy/ Complex humanitarian emergency/ Allostatic overload/ Forced resilience/ Psychosocial well-being.




Introducción: El Entramado Familiar como Epicentro de la Crisis

En el tapiz social venezolano, la familia siempre ha sido más que una suma de individuos; es una institución viva, un nexus de identidades y un sistema de interdependencia culturalmente arraigado. Su resiliencia ha sido probada a lo largo de la historia, pero la crisis multidimensional actual —caracterizada por la hiperinflación, el colapso de los servicios públicos, la migración masiva y la polarización social— ha sometido este microsistema vital a una presión sin precedentes. El Estado, otrora garante de derechos y proveedor de servicios básicos, ha experimentado una retracción dramática en su función social, dejando un vacío que las unidades familiares, por necesidad existencial, han tenido que llenar.

Este artículo se adentra en el concepto de hipertrofia de las funciones familiares, analizándolo no solo como una descripción de roles, sino como una respuesta psicosocial compleja a la adversidad sistémica. Desde la perspectiva de la psicología social y la sociología de la familia, comprendemos que esta "expansión" no es una elección voluntaria, sino una adaptación forzosa que redefine la arquitectura interna y externa del hogar. El propósito es ofrecer a la comunidad científica y a los actores de intervención social un marco conceptual robusto que permita comprender las complejidades funcionales y disfuncionales de la familia venezolana actual, sus mecanismos de supervivencia y, crucialmente, las pistas para intervenciones sociales más sensibles, sostenibles y transformadoras. La pregunta central que nos guía es: ¿Cómo los procesos de hipertrofia funcional reconfiguran las dinámicas psicosociales de la familia venezolana, y de qué manera esta comprensión puede informar y potenciar los proyectos de intervención social para coadyuvar al reequilibrio y bienestar familiar en el actual contexto de crisis?


Desarrollo: La Familia Hiperfuncional en el Contexto Venezolano — Un Análisis Psicosocial Crítico

El presente análisis se adentra en la reconfiguración de la estructura y funcionalidad de la familia venezolana contemporánea, un fenómeno que emerge como respuesta adaptativa a una crisis multidimensional y prolongada. Desde un enfoque psicosocial, se examina la transición de la familia desde su rol primario como núcleo de socialización y contención afectiva, hacia una entidad "hiperfuncional" que asume roles instrumentales que históricamente correspondían al Estado. Este proceso, si bien evidencia una notable capacidad de resiliencia, conlleva profundos costos psicosociales que amenazan la sostenibilidad de los vínculos y el desarrollo humano de sus miembros.

Para comprender esta transformación, es imperativo aplicar el Modelo Ecológico del Desarrollo Humano de Urie Bronfenbrenner (1987). La crisis en Venezuela puede ser interpretada como un colapso del exosistema (instituciones públicas, sistema de salud, economía formal) y una desestabilización del macrosistema (normas culturales, pacto social, estabilidad política). Según Bronfenbrenner, esta disrupción en las capas externas del entorno impacta de manera directa y contundente al microsistema inmediato del individuo: la familia. Esta se ve forzada a reorganizar su estructura y sus funciones no por elección, sino como un mecanismo de supervivencia, alterando drásticamente las interacciones que definen la vida cotidiana.

Desde la Teoría de Sistemas Familiares, particularmente los aportes de Salvador Minuchin (1974), la familia es vista como un sistema con límites, subsistemas y reglas. La crisis actúa como una presión externa que obliga a una reestructuración rígida y acelerada. Los límites entre los subsistemas (parental, conyugal, filial) se vuelven difusos, y las reglas que antes gobernaban la vida familiar se subordinan a una única metarregla: la supervivencia. Esta transición no es una simple suma de nuevas tareas, sino una reconfiguración paradigmática de su propia identidad.


1. Del Eje Afectivo a la Multitarea de Supervivencia: Una Reconfiguración de Roles


Tradicionalmente, la familia venezolana operaba como un sistema de apego y contención emocional, un espacio para la construcción de la identidad y la transmisión de un capital social y cultural invaluable, tal como lo conceptualizaría Pierre Bourdieu (1986). Las funciones parentales se centraban en la socialización afectiva, la formación de valores y el acompañamiento al desarrollo de la autonomía. La expectativa social era que el Estado proveyera un andamiaje de bienestar (educación, salud, empleo, seguridad) que permitiera a la familia concentrarse en su rol psicosocial primario.

Sin embargo, la disrupción sistémica ha forzado una "re-especialización funcional forzosa". La familia se ha convertido en un "pilar multiservicio", un centro de operaciones de supervivencia donde la energía psíquica y física se redirige de lo afectivo a lo instrumental. Esta transición no es fluida; genera disonancias cognitivas y emocionales, tal como las describiría Leon Festinger (1957), que impactan la percepción del rol familiar y la autoeficacia de sus miembros.


A. Hiperfunción Económica: La Familia como Agencia de Empleo y Seguridad Social Informal

En un entorno de desempleo estructural y salarios irrisorios, la familia se convierte en la principal (y a menudo única) red de seguridad económica. Se activa de manera intensiva el capital social de vinculación (bonding social capital) descrito por Robert Putnam (2000), fortaleciendo los lazos internos para compensar la ausencia de un capital social de puente (bridging social capital) que conecte con instituciones formales. Esto implica una redistribución radical de roles, donde la generación de ingresos se convierte en una prioridad transversal. Observamos la emergencia de emprendimientos familiares informales, la intensificación de las economías de remesas —con sus propias complejidades psicosociales de separación, ambigüedad y reencuentro— y la dependencia mutua para la subsistencia. Este rol conlleva una presión económica constante que permea todas las interacciones, pudiendo generar conflictos por la distribución de recursos escasos y sentimientos de culpa o frustración por la incapacidad de proveer.


B. Hiperfunción Sanitaria: El Hogar como Puesto de Salud Primaria

El colapso del sistema de salud público ha transformado el hogar en una unidad de atención sanitaria de facto. Las familias asumen la búsqueda activa y desesperada de medicamentos, el financiamiento de tratamientos y la ejecución de cuidados paliativos o de enfermería sin recursos adecuados. Esta carga, como señala la teoría del estrés del cuidador, genera un desgaste significativo en los cuidadores principales, predominantemente mujeres, quienes pueden experimentar el síndrome de desgaste del cuidador o burnout, caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización y una reducida sensación de logro personal, tal como lo definió Christina Maslach (1982). La salud deja de ser un derecho garantizado por el exosistema y se convierte en una gestión individual y familiar de la vulnerabilidad.


C. Hiperfunción Alimentaria: La Estrategia Diaria de Subsistencia Nutricional

La inseguridad alimentaria ha elevado la gestión de la comida a un nivel de obsesión diaria. La familia se convierte en el principal planificador y proveedor de alimentos, implementando estrategias de racionamiento y sustitución de nutrientes. La preparación de las comidas, antes un acto de cohesión social, se vuelve una tarea estresante, cargada de la angustia por la escasez. Las implicaciones psicosociales incluyen la ansiedad por la próxima comida y el impacto en la salud mental de niños que experimentan hambre. Desde la perspectiva de Amartya Sen (1981), esto no es solo una falta de alimentos, sino una falla en los "derechos" y "capacidades" de las personas para acceder a ellos, una responsabilidad que la familia asume con un costo emocional altísimo.


2. La Familia Sobresaturada: Desgaste Psicosocial y Erosión de Vínculos


La asunción de estas funciones hipertrofiadas impone una carga alostática desmedida al sistema familiar. La carga alostática, concepto acuñado por Bruce McEwen y Eliot Stellar (1993), se refiere al desgaste acumulativo que el cuerpo y la mente experimentan al adaptarse a estresores crónicos. Esta sobrecarga multidimensional tiene implicaciones profundas en el bienestar psicosocial.


A. Estrés Crónico y Desgaste Psicológico (Burnout Familiar)

La exposición constante a la incertidumbre y la precariedad genera un estado de hiperactivación del sistema nervioso. Esto conduce a altos niveles de estrés crónico, ansiedad generalizada y sintomatología depresiva. Los roles de género, socialmente construidos, acentúan esta carga. Las mujeres, al asumir la mayor parte de las tareas de cuidado y gestión (kinkeeping), son más vulnerables al síndrome de burnout parental. La salud mental individual y colectiva, entendida como un pilar del desarrollo humano, se ve severamente comprometida.

B. Deterioro de las Relaciones Internas y Cohesión Afectiva

La presión por la supervivencia desvía la energía de la construcción y mantenimiento de los lazos afectivos. El tiempo y el espacio para la comunicación empática o la recreación se reducen. Desde la teoría de Murray Bowen (1978), un sistema familiar bajo estrés crónico tiende a la "fusión emocional", donde la ansiedad se contagia y la individualidad se pierde, o al "corte emocional" (emotional cutoff), donde los miembros se distancian para protegerse del dolor. Los roles se vuelven más instrumentales que afectivos, y la calidad de los vínculos se resiente.

C. Limitación del Desarrollo Individual y Transmisión Intergeneracional de la Crisis

Particularmente grave es el impacto en el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes. La necesidad de contribuir a la subsistencia familiar (a través del trabajo infantil o la renuncia a la escolarización) viola sus derechos consagrados en la Convención sobre los Derechos del Niño y mutila sus oportunidades. Se observa una "adultificación prematura", un concepto del trabajo social que describe cómo la infancia es robada por las exigencias de la supervivencia. Además, la transmisión intergeneracional del trauma y la adversidad, un campo estudiado extensamente, se convierte en un riesgo psicosocial significativo, perpetuando ciclos de pobreza y precariedad que afectarán a las futuras generaciones.


3. La Paradoja de la Resiliencia Social: Un Vínculo Vital, un Costo Elevado


Es innegable que la familia venezolana ha demostrado una resiliencia social extraordinaria. En los términos de Ann Masten (2001), han exhibido una "magia ordinaria", es decir, la capacidad de los sistemas adaptativos humanos de funcionar positivamente a pesar de la adversidad extrema. Han sido el último bastión de contención, operando como un "colchón amortiguador" que ha prevenido un colapso social aún más profundo. La solidaridad intrafamiliar y la capacidad de "resolver" son manifestaciones de esta resiliencia.

Sin embargo, esta fortaleza encierra una profunda paradoja para la sostenibilidad social, un punto que la psicología social comunitaria latinoamericana, con figuras como Maritza Montero (2004), nos invita a analizar críticamente. Depender casi exclusivamente de la familia para la provisión de derechos es una señal de la fragilidad del pacto social. Montero advertiría sobre el riesgo de la "naturalización" de la crisis, donde la capacidad de soportar y resolver puede llevar a aceptar lo inaceptable, desmovilizando la acción colectiva para el cambio estructural.

Desde la perspectiva de Paulo Freire (1970), esta resiliencia opera dentro de una "cultura del silencio", una praxis de supervivencia que no necesariamente conduce a una concientización crítica sobre las estructuras de opresión que generan la crisis. Una sociedad sana se erige sobre instituciones que garantizan derechos, permitiendo a la familia dedicarse a su función de desarrollo humano. Cuando la familia suplanta al Estado, su capacidad para fomentar la ciudadanía y el bienestar psicológico se debilita, generando un costo societal a largo plazo en términos de capital humano, salud pública y cohesión social. La intervención social, por tanto, no debe romantizar esta resiliencia, sino apoyarla críticamente, buscando fortalecer a la familia sin eximir al Estado de sus responsabilidades fundamentales.


Conclusiones


Hacia una Comprensión Integral para la Intervención: La Familia Venezolana en la Encrucijada


El Espejismo de la Fortaleza

La hipertrofia de las funciones familiares en Venezuela es un fenómeno psicosocial que nos confronta con una de las paradojas más complejas de la condición humana. A simple vista, revela la admirable y casi insondable capacidad de adaptación ante la adversidad extrema. Sin embargo, una mirada más profunda, una que vaya más allá de la simple constatación de la supervivencia, nos obliga a cuestionar la naturaleza de esta fortaleza.

Debemos entender la "hipertrofia" no como un sinónimo de vigor, sino en su acepción biológica más precisa: es el crecimiento de un órgano debido a un sobreesfuerzo crónico. Un músculo hipertrofiado es más grande, sí, pero también es más rígido, está al borde del desgarro, ha perdido su flexibilidad. Lo que escuchamos en el día a día de la familia venezolana no es el zumbido de la salud, sino el quejido de una estructura llevada al límite de su resistencia.

Esta aparente fortaleza es, en realidad, una cicatriz. Es el testimonio de una herida social profunda, la del abandono institucional. La familia no ha elegido ser un centro de operaciones multiservicio; ha sido empujada a serlo. Cada comida resuelta, cada fiebre atendida en casa, cada ingreso económico improvisado es, a la vez, un acto de amor y una evidencia de una falla sistémica.


La Arquitectura Invisible del Desgaste

Para el profesional del ámbito psicosocial y social, el reto es aprender a ver más allá de las acciones, para comprender la arquitectura invisible del desgaste que las sostiene. La energía que alimenta esta maquinaria de supervivencia no es infinita y se extrae de las reservas más profundas del ser: la salud mental, la paciencia, la cohesión afectiva y, sobre todo, la esperanza.

El hogar, que históricamente fue concebido como un refugio, como el espacio sagrado para la contención y la construcción de la identidad, se ha convertido en una primera línea de frente. Es, simultáneamente, puesto de salud, agencia de empleo, comedor popular y escuela de contingencia. Este cambio de función erosiona su propósito más fundamental: ser un espacio seguro para el desarrollo del afecto y la vulnerabilidad.

En este escenario, emerge con una fuerza abrumadora el concepto del "trabajo emocional no remunerado", realizado predominantemente por las mujeres. Ellas no solo asumen la triple jornada de proveer, cuidar y administrar, sino que se convierten en las gestoras de la ansiedad colectiva, en las amortiguadoras del estrés de todos los miembros, a menudo a costa de su propio bienestar psíquico.

Este enfoque total en el presente, en la resolución del "hoy", genera una de las pérdidas más devastadoras: la erosión del futuro. Cuando cada gramo de energía se destina a sobrevivir a las próximas 24 horas, la capacidad de planificar, de soñar, de invertir en proyectos a largo plazo —la esencia misma del progreso humano— se desvanece. Se instala así una "crisis de la futuridad", donde las aspiraciones se contraen y el horizonte temporal se acorta a la inmediatez.


La Encrucijada Ética de la Intervención

Esta realidad nos sitúa, como interventores sociales, en una encrucijada ética de enorme complejidad. La familia no es solo un indicador de la crisis; es el actor central en la supervivencia y la posible reconstrucción social. Sin embargo, ¿cómo apoyamos su resiliencia sin validar o normalizar el abandono del Estado que la hace necesaria? ¿Cómo ofrecemos ayuda sin crear dependencia o, peor aún, sin convertirnos en un engranaje más de un sistema que privatiza la responsabilidad por los derechos fundamentales?

La respuesta exige un cambio de paradigma. La familia venezolana no puede ser vista únicamente como un "receptor pasivo de ayuda", un objeto de intervención definido por sus carencias. Debe ser reconocida como un "sujeto de derechos" y un "sistema dinámico con agencia", poseedor de saberes, recursos internos y estrategias de afrontamiento que deben ser el punto de partida de cualquier acción.

Nuestra labor, por lo tanto, no es llegar con soluciones prefabricadas, sino co-construir respuestas. Implica un proceso de escucha activa y profunda, un acto de "arqueología emocional y social" para desenterrar y potenciar las fortalezas intrínsecas que ya existen. El objetivo no es sustituir sus funciones, sino aliviarlas.

El tránsito conceptual clave es pasar de un enfoque de "afrontamiento" a uno de "agenciamiento". El afrontamiento es reactivo, es la capacidad de resistir. El agenciamiento es proactivo, es la capacidad de elegir, de actuar sobre el entorno para transformarlo. La intervención debe, por tanto, buscar fortalecer la capacidad de la familia para tomar decisiones, para defender sus derechos y para construir sus propios proyectos de vida, por pequeños que sean.


Un Llamado a la Revalorización y la Acción

Las evidencias indican que la situación actual es insostenible a largo plazo. Está comprometiendo no solo la salud mental y la calidad de los vínculos intrafamiliares, sino el capital humano y social de toda una nación, sembrando las semillas de crisis futuras en el desarrollo de las nuevas generaciones.

Comprender en profundidad a la familia venezolana hoy es, por tanto, más que un ejercicio académico o profesional. Es un imperativo político y social. Sus historias de lucha cotidiana redefinen conceptos como "economía", "salud" y "educación", y nos muestran el verdadero rostro de una crisis que las cifras macroeconómicas no pueden capturar.

El rol de la familia en el siglo XXI, y especialmente en contextos de crisis prolongada, debe ser urgentemente revalorizado y reequilibrado. No podemos permitir que su función quede reducida a la de un mero ente de subsistencia. Debemos luchar por crear las condiciones para que vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser: una plataforma de bienestar, un crisol de ciudadanía y un espacio para el desarrollo humano integral.

La familia hiperfuncional es el canario en la mina de nuestro contrato social. Su sobrecarga es el síntoma más elocuente de una sociedad que ha roto sus pactos fundamentales. La meta final de toda intervención, de toda política pública y de todo esfuerzo compasivo no debe ser solo ayudar a que la familia "resista más", sino crear las condiciones para que pueda, finalmente, descansar y volver a dedicarse, simplemente, a ser una familia.



Recomendaciones:


Diseñando Intervenciones Sociales Transformadoras: Un Manifiesto para la Praxis

La comprensión profunda de la hipertrofia familiar en Venezuela no puede quedar relegada al diagnóstico académico; debe convertirse en el fundamento de una praxis social valiente, ética y transformadora. Para los profesionales que operan en el corazón de la crisis, en la delicada intersección de lo psicosocial y lo comunitario, este entendimiento exige un cambio de paradigma: pasar de un modelo meramente asistencial a uno de acompañamiento emancipador. A continuación, se desglosa una filosofía de acción para navegar esta compleja realidad.


1. Hacia una Ecología de la Intervención: Dignidad y Autonomía como Punto de Partida

El primer paso es despojarse de la visión fragmentaria de la ayuda. La entrega de bienes materiales, si bien necesaria en la emergencia, puede convertirse en un paliativo que invisibiliza las heridas más profundas si no va acompañada de un abordaje holístico. Debemos concebir nuestras acciones dentro de una "ecología de la intervención", donde la familia no es un conjunto de necesidades aisladas, sino un sistema vivo que interactúa con otros sistemas (salud, educación, comunidad).

Esto implica un compromiso activo con la coordinación intersectorial, no como un trámite burocrático, sino como un imperativo ético para evitar la revictimización de las familias, que a menudo se ven obligadas a peregrinar de una organización a otra, narrando su dolor una y otra vez para recibir una ayuda parcializada. La verdadera integralidad se alcanza cuando las distintas intervenciones dialogan entre sí, tejiendo una red de soporte coherente y unificada.

El principio rector de esta ecología debe ser el reconocimiento incondicional de la dignidad y la autonomía familiar. La dignidad no se otorga con una bolsa de comida; se honra cuando se reconoce a la familia como experta en su propia vida, como la protagonista de su propio proceso de cambio. La intervención, por tanto, no pregunta "¿qué necesitas?", sino "¿cuáles son tus fortalezas y cómo podemos potenciarlas para que alcances tus metas?".


2. Del Déficit a la Potencia: El Fortalecimiento del Capital Humano y Social

Un proyecto social transformador no se define por lo que suple, sino por lo que fortalece. El enfoque debe desplazarse de la gestión de carencias al cultivo de capacidades intrínsecas. Esto requiere la creación deliberada de espacios y procesos que nutran el capital humano y social de las familias.

Espacios para la sanación psicosocial: Más allá de la terapia formal, se trata de crear "lugares seguros" donde el estrés crónico, el duelo y la ansiedad puedan ser expresados y contenidos sin juicio. La oferta de herramientas para el manejo del conflicto o la comunicación no violenta no es un lujo, sino una necesidad para prevenir que la presión externa implosione y destruya los vínculos internos.

Cultivando la crianza en la adversidad: Los talleres de habilidades parentales deben trascender las recetas de "crianza positiva". Deben ser espacios de reflexión colectiva donde los padres y madres puedan compartir sus miedos, validar sus esfuerzos y co-construir estrategias para fomentar el apego seguro y la resiliencia en sus hijos, aun en medio de la precariedad.

La justicia del cuidado: El autocuidado de los cuidadores, especialmente de las mujeres, no es un acto de egoísmo, sino un acto de justicia y sostenibilidad. Proveer herramientas de gestión emocional y, sobre todo, facilitar grupos de apoyo entre pares, es reconocer que su bienestar es la viga maestra que sostiene a toda la estructura familiar. Sin ellas, el sistema colapsa.

Reactivando el tejido comunitario: La hipertrofia familiar es también un síntoma del debilitamiento de los lazos comunitarios. Por ello, es crucial impulsar activamente redes de solidaridad vecinal, bancos de tiempo o grupos de apoyo mutuo. Estas estructuras alivian la presión sobre el núcleo familiar y reconstruyen el "tejido de lo común", recordándole a la familia que no está sola en su lucha.


3. Equidad de Género: Una Cuestión de Resiliencia Sistémica

Las intervenciones sociales no pueden permitirse ser neutrales al género, pues la crisis no lo es. La sobrecarga que define a la familia hiperfuncional tiene un rostro predominantemente femenino. Por tanto, promover la corresponsabilidad y la equidad no es una agenda secundaria, sino un pilar central para la resiliencia de todo el sistema familiar.

Esto implica un trabajo sensible y sostenido para desafiar los roles tradicionales. No se trata solo de "invitar" a los hombres a participar, sino de crear espacios de diálogo donde puedan explorar y construir nuevas masculinidades, desvinculadas de la violencia y el control, y conectadas con el cuidado, la ternura y la responsabilidad afectiva. Aliviar la fatiga de las cuidadoras principales no es solo un acto de justicia hacia ellas, sino una estrategia inteligente para aumentar la capacidad de afrontamiento de toda la familia.


4. Emprendimiento con Alma: Más Allá de la Lógica de la Subsistencia

Es fundamental no caer en la romantización del "emprendimiento de supervivencia". Si no se acompaña adecuadamente, un nuevo proyecto económico puede convertirse en una fuente adicional de estrés y ansiedad. El objetivo de los proyectos de emprendimiento familiar no debe ser meramente generar ingresos, sino generar empoderamiento sostenible.

Esto exige un soporte integral que combine la formación técnica y el acceso a recursos con un acompañamiento psicosocial continuo. El fin último es que el emprendimiento se convierta en una fuente de dignificación, autonomía y autoestima, un espacio donde la familia pueda desplegar su creatividad y sentir control sobre su propio destino, sin que esto signifique sacrificar su tiempo de calidad, su salud mental o sus vínculos afectivos.


5. La Doble Militancia del Interventor: Acompañar e Incidir

El profesional psicosocial en el terreno tiene una doble militancia. Por un lado, acompaña los procesos "micro" de las familias. Por otro, tiene la responsabilidad ética de ser un testigo cualificado de la realidad "macro". Cada historia escuchada, cada dinámica observada, es un dato vivo que debe ser sistematizado y utilizado para la abogacía y la incidencia en políticas públicas.

Nuestra labor nos convierte en constructores de puentes entre la realidad vivida de las personas y los espacios donde se toman las decisiones. Abogar por la restitución de los servicios básicos, por redes de protección social efectivas y por programas de salud mental a gran escala no es una actividad política ajena a nuestro rol; es la extensión lógica de nuestro compromiso con el bienestar de las familias a las que servimos.

 

6. La Epistemología de la Proximidad: Investigar con la Gente, no sobre la Gente

Finalmente, debemos revolucionar nuestra forma de generar conocimiento. Es imperativo abandonar los diagnósticos extractivistas y adoptar modelos de investigación-acción participativa. Las familias no son objetos de estudio; son sujetos de saber, poseedoras de un conocimiento profundo y contextualizado sobre sus propios problemas y las posibles soluciones.

Involucrarlas activamente en el diagnóstico, diseño y monitoreo de las intervenciones no es solo una estrategia para mejorar la efectividad; es una postura ética que descoloniza la ayuda y materializa el principio de "nada para nosotros sin nosotros". Es reconocer que las soluciones más pertinentes y sostenibles emergen del diálogo horizontal entre el saber técnico y el saber popular.


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Proyecciones a Futuro: De Ancla en la Tormenta a Brújula para el Bienestar

Entender a la familia venezolana desde esta óptica psicosocial no es, en definitiva, un ejercicio académico, sino un imperativo ético que redefine nuestra misión. La familia ha sido el ancla que ha evitado el naufragio total en medio de la tormenta. Nuestro rol, como profesionales y como sociedad, es ayudar a que esa ancla pueda ser izada.

Nuestra visión transformadora no es solo mitigar el sufrimiento, sino co-crear las condiciones para que la familia pueda volver a ser la brújula para el desarrollo humano pleno. Es un proceso de aliviar su sobrecarga, potenciar su resiliencia intrínseca y reconstruir un tejido social donde el bienestar no sea el resultado de un esfuerzo heroico, sino un derecho fundamental, garantizado y accesible para todos.


Referencias

·  Bourdieu, P. (1986). The forms of capital. In J. Richardson (Ed.), Handbook of Theory and Research for the Sociology of Education (pp. 241-258). Greenwood Press.

·  Bowen, M. (1978). Family Therapy in Clinical Practice. Jason Aronson.

·  Bronfenbrenner, U. (1987). La ecología del desarrollo humano: experimentos en entornos naturales y diseñados. Paidós.

·  Festinger, L. (1957). A Theory of Cognitive Dissonance. Stanford University Press.

·  Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

·  Maslach, C., & Jackson, S. E. (1982). Burnout in health professions: A social psychological analysis. In G. S. Sanders & J. Suls (Eds.), Social psychology of health and illness (pp. 227-251). Erlbaum.

·  Masten, A. S. (2001). Ordinary magic: Resilience processes in development. American Psychologist, 56(3), 227–238.

·  McEwen, B. S., & Stellar, E. (1993). Stress and the individual. Mechanisms leading to disease. Archives of Internal Medicine, 153(18), 2093-2101.

·  Minuchin, S. (1974). Families and Family Therapy. Harvard University Press.

·  Montero, M. (2004). Introducción a la psicología comunitaria: Desarrollo, conceptos y procesos. Paidós.

·  Putnam, R. D. (2000). Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community. Simon & Schuster.

·  Sen, A. (1981). Poverty and Famines: An Essay on Entitlement and Deprivation. Oxford University Press.


(1) PHD en Ciencias Sociales. Master en Educación Superior, Master en Gerencia de Recursos Humanos. Especialista en Terapia de familia. Licenciada en Trabajo Social (summa cum laude), Licenciada en Psicología Organizacional (no en ejercicio). Conferencista nacional e internacional. Docente asociado de la Universidad Central de Venezuela. Adscrita a la Facultad de Ciencias Económica y Sociales. Coordinadora de la Línea de Investigación Trabajo Social y Problemas contemporáneos. Docente de pre y postgrado. Docente del diplomado de la Universidad Monte Ávila: Trastornos del Desarrollo.

Ex directora técnica del Instituto Venezolano para el Desarrollo Integral del Niño.  Coordinadora del equipo de psicólogos y trabajadores sociales. Responsable de los programas de asistencia y cooperación social.

Consultora de organizaciones nacionales que laboran por la Defensa de los Derechos Humanos en el País. 

 
 
 

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